La historia es objeto de una
construcción cuyo lugar no está constituido por el tiempo homogéneo y
vacío, sino por un tiempo pleno, "tiempo-ahora". Así la antigua Roma fue
para Robespierre un pasado cargado de "tiempo-ahora" que él hacia
saltar del continuum de la historia. La Revolución francesa se entendió a
sí misma como una Roma que retorna. Citaba a la Roma antigua igual que
la moda cita un ropaje del pasado. La moda husmea lo actual dondequiera
que lo actual se mueva en la jungla de otrora. Es un salto de tigre al
pasado. Sólo tiene lugar en una arena en la que manda la clase
dominante. El mismo salto bajo el cielo despejado de la historia es el
salto dialéctico, que así es como Marx entendió la revolución.
(...)
La consciencia de estar haciendo saltar el continuum de la historia es
peculiar de las clases revolucionarias en el momento de su acción. La
gran Revolución introdujo un calendario nuevo. El día con el que
comienza un calendario cumple oficio de acelerador histórico del tiempo.
Y en el fondo es el mismo día que, en figura de días festivos, días
conmemorativos, vuelve siempre. Los calendarios no cuentan, pues, el
tiempo como los relojes. Son monumentos de una consciencia de la
historia de la que no parece haber en Europa desde hace cien años la más
leve huella. Todavía en la Revolución de Julio se registró un incidente
en el que dicha consciencia consiguió su derecho. Cuando llegó el
anochecer del primer día de lucha, ocurrió que en varios sitios de
París, independiente y simultáneamente, se disparó sobre los relojes de
las torres.
Tesis de filosofía de la historia
Tomado del libro "Sobre el tiempo" de Guido Indij Ed la marca
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