lunes, 29 de diciembre de 2014

Juan Gelman - Fábricas de Amor I






Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos patios de la infancia.
Albañil con vergüenza,
yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
para darte la voz,
para poner dulzura en tu saliva.
Cuantas veces temblé
apenas si cubierto por la luz del verano
mientras te describía por mi sangre.
Pura mía
estás hecha de cuántas estaciones
y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
Qué infinito de besos contra la soledad
hunde tus pasos en el polvo.
Yo te oficié, te recité por los caminos,
escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra
te hice un sitio en mi lecho,
te amé, estela invisible, noche a noche.
Así fue que cantaron los silencios.
Años y años trabajé para hacerte
antes de oír un solo sonido de tu alma.











Vincent Van Gogh - Carta a Theo (Pájaro Enjaulado)




Mi querido Theo:


Un pájaro enjaulado en primavera sabe poderosamente bien que hay algo para lo cual serviría, siente poderosamente bien que hay algo que hacer, pero no puede hacerlo. ¿Qué será? No lo recuerda bien, luego, tiene ideas vagas y dice: “Los demás hacen sus nidos y tienen sus pequeños y los cuidan”; y luego se golpea el cráneo contra los barrotes de la jaula. Y la jaula queda ahí y el pájaro esta loco de dolor… “Ese es un holgazán”, dice otro pájaro que pasa, “ése es una especie de rentista”. Empero el prisionero vive y no muere, nada aparece por fuera de lo que le pasa por dentro; está bien de salud, está más o menos alegre bajo los rayos del sol. Pero viene la estación de las migraciones. Ataque de melancolía “Sin embargo –dicen los niños que lo cuidan en su jaula- tiene todo lo que necesita “. Pero él sigue mirando, afuera, el cielo hinchado, cargado de tormenta, y siente dentro de sí, rebelión contra la fatalidad. “Estoy enjaulado. Estoy enjaulado. Y, por lo tanto, no me falta nada. Imbéciles. ¡Ah, por piedad, la libertad! ¡Ser un pájaro como los demás pájaros!









Cartas a Theo

Luis Alberto Spinetta - Fragmentos





Cuando nombraste todas las cosas y te pesa en los hombros lo ridículo y lo injusto y hay tanta inconmovible realidad a tu alrededor, te das cuenta de que sólo te quedan las cosas que amás, en algún momento y en alguna parte. Entonces todo paree una gran salina muy blanca en la cual estás parado, sin ser ni bueno ni malo: con tus cosas.




Revista Pinap Nº16 -  Julio de 1969




"- Páseme los secretos para ir al infinito - le pedía el joven al viejo. Y el viejo le contestaba: - ¿Vos te creés que se llega al infinito con recetas de cocina? Solo crearás tus alas y el viento en contra te inventará los músculos.
El joven, desilusionado, pateando latas por el camino, se fue a casa; y al ver que su mujer no le había preparado todavía la comida, le propinó una soberana paliza. Y todos los días, inexorablemente, iba a pedirle el secreto al viejo; y el viejo era muy joven, y el hombre se moría como algo que se extingue, como las selvas y los mares, que sólo son instantáneos. Imperceptiblemente instantáneos."




Revista Cronopios Nº1 - Octubre de 1969









martes, 16 de diciembre de 2014

Los Pibe - Cadáver Exquisito





Envidia de los batracios y los mariscos en la utopía de mi ciudad oscura.
Me cuelgo de su pelo, me engancho de su piel de durazno; en el desierto ilumina la manta tibia que cubre la noche terrible en donde ella no puede escucharte.
Y se van todos a la chucha, nos tomamos un vaso de vino y seguimos camino fractal y el viento en contra o viento a favor de la construcción.
Y no te olvides de mi nota, nunca estaremos solos aquí.
Mientras caía el sol, la gente se divertía con poca cosa

Quizás?









Los pibe: Tony, La Negra, Manu, Xime y su novio.




sábado, 13 de diciembre de 2014

Lautreamont - Poesías I (Fragmento)




(...)

Las perturbaciones, las ansiedades, las depravaciones, la muerte, las excepciones de orden físico o moral, el espíritu de negación, los embrutecimientos, las alucinaciones servidas por la voluntad, los tormentos, la destrucción, los vuelcos, las lágrimas, las insaciabilidades, las esclavitudes, las imaginaciones que profundizan, las novelas, lo inesperado, lo que no se debe hacer, las singularidades químicas del buitre misterioso que acecha la carroña de alguna ilusión muerta, las experiencias precoces y abortadas, las oscuridades de caparazón de chinche, la monomanía terrible del orgullo, la inoculación de estupores profundos, las oraciones fúnebres, las envidias, las traiciones, las tiranías, las impiedades, las irritaciones, las acrimonias, los despropósitos agresivos, la demencia, el esplín, los espantos razonados, las inquietudes extrañas que el lector preferiría no sentir, las muecas, las neurosis, las matrices sangrientas por las que se hace pasar a la lógica de rodillas, las exageraciones, la ausencia de sinceridad, lo latoso, lo chato, lo sombrío, lo lúgubre, los partos peores que asesinatos, las pasiones, el clan de novelistas de sala en lo criminal, las tragedias, las odas, los melodramas, los extremos presentados a perpetuidad, la razón silbada impunemente, los olores de gallina mojada, las insipideces, las ranas, los pulpos, los tiburones, el simún de los desiertos, lo sonámbulo, turbio, nocturno, somnífero, noctámbulo, viscoso, foca parlante, equívoco, tuberculoso, espasmódico, afrodisíaco, anémico, tuerto, hermafrodita, bastardo, albino, pederasta, fenómeno de acuario y mujer barbuda, las horas ebrias del desaliento taciturno, las fantasías, las acritudes, los monstruos, los silogismos desmoralizadores, las basuras, lo que no reflexiona como el niño, la desolación, ese mancillado intelectual, los chancros perfumados, los muslos de camelias, la culpabilidad de un escritor que rueda por la pendiente de la nada y se desprecia a sí mismo con alegres gritos, los remordimientos, las hipocresías, las perspectivas vagas que os trituran con sus imperceptibles engranajes, los escupitajos serios sobre los axiomas sagrados, la gusanera y sus insinuantes cosquilleos, los prefacios insensatos, como los de Cronwell, de la señorita de Maupin y de Dumas hijo, las caducidades, las impotencias, las blasfemias, las asfixias, las sofocaciones, las rabias: frente a esos osarios inmundos, que me ruboriza nombrar, es por fin tiempo de reaccionar contra lo que nos choca y nos somete tan soberanamente.

Nuestro espíritu es perpetuamente arrastrado fuera de sus goznes y sorprendido en la trampa de tinieblas construida, con arte grosero, por el egoísmo y el amor propio.


(...)









Del libro Poesías y Cartas
Traducción  ?

Julio Cortázar - Camello Declarado Indeseable





Aceptan todas las solicitudes de paso de frontera, pero Guk, camello, inesperadamente declarado indeseable. Acude Guk a la central de policía donde le dicen nada que hacer, vuélvete a tu oasis, declarado indeseable inútil tramitar solicitud. Tristeza de Guk, retorno a las tierras de infancia. Y los camellos de familia, y los amigos, rodeándolo y qué te pasa, y no es posible, por qué precisamente tú. Entonces una delegación al Ministerio de Tránsito a apelar por Guk, con escándalo de funcionarios de carrera: esto no se ha visto jamás, ustedes se vuelven inmediatamente al oasis, se hará un sumario. 
Guk en el oasis come pasto un día, pasto otro día. Todos los camellos han pasado la frontera, Guk sigue esperando. Así se van el verano, el otoño. Luego Guk de vuelta a la ciudad, parado en una plaza vacía. Muy fotografiado por turistas, contestando reportajes. Vago prestigio de Guk en la plaza. Aprovechando busca salir, en la puerta todo cambia: declarado indeseable. Guk baja la cabeza, busca los ralos pastitos de la plaza. Un día lo llaman por el altavoz y entra feliz en la central. Allí es declarado indeseable. Guk vuelve al oasis y se acuesta. Come un poco de pasto, y después apoya el hocico en la arena. Va cerrando los ojos mientras se pone el sol. De su nariz brota una burbuja que dura un segundo más que él.








Julio Cortázar - Los Amantes
















viernes, 28 de noviembre de 2014

Franz Kafka - Sin Título (Sueño)





Afilé la hoz y empezé a cortar. Grandes masas oscuras caían delante de mí, y yo avanzaba entre ellas sin saber de qué se trataba. Escuché que en el caserío se elevaban unas voces amonestadoras, pero pensé que me estaban incitando, y seguí adelante. Llegué hasta un pequeño puente de madera, mi trabajo ya había terminado, así que le entregué la hoz a un hombre que estaba allí esperándome. Tendió una mano hacia el instrumento y con la otra me acarició la mejilla como a un niño. Cuando llegué a la mitad del puente empecé a preguntarme si estaba bien encaminado, grité en la oscuridad, pero nadie me contestó. Entonces volví atrás, a la orilla, para interrogar a aquel hombre, pero ya no estaba.









Del libro Los Sueños
Traducción de Vanna Andreini

Isidoro Blaisten - Balada del Boludo





Por mirar el otoño
perdía el tren del verano.
Usaba el corazón en la corbata.
Se subía a una nube
cuando todos bajaban.

Su medre le decía:
no mires las estrellas para abajo
no mires la lluvia desde arriba
no camines las calles con la cara,
que ensucias la camisa;
no lleves tu corazón bajo la lluvia
que se moja;
no des la espalda al llanto
no vayas vestido de ventana
no compres ningún tílburi en desuso.

Mira tu primo el recto
que duerme por las noches.
Mira tu tío el justo
que almuerza y se sonríe.
Mira tu primo el probo
puso un banco en el cielo
tu cuñado el astuto
que ahora alquila la lluvia
tu otro primo el sagaz
que es gerente en la luna.

-Tienes razón, mamá-
dijo el boludo.
Y se bebió una rosa.
-No seré mas boludo.
Y se bajó del viento.
-Seré astuto y zahorí.
Y dio vuelta una estrella para abajo.
Y se metió en el subte.
Y quedaron las gaviotas en el río.

Entonces vinieron los parientes ricos
y le dijeron:
-Eres pobre pero ningún boludo.

Y el boludo fue ningún boludo,
y quemaba en las plazas
las hojas que molestan en otoño
y llegó fin de mes
cobró su primer sueldo
y se compró cinco minutos de boludo.

Entonces vinieron las fuerzas vivas
y le dijeron:
-Has vuelto a ser boludo.
-Boludo.
-Seguirás siendo siempre el mismo boludo.
-Seguirás siendo el mismo boludo de siempre.
-Seguirás siendo un boludo siempre.

-Debes dejar de ser boludo.
-Boludo.
Y, medio boludo
con esos cinco minutos de boludo
dudaba entre ser ningún boludo
o seguir siendo boludo para siempre.

Dudaba como un boludo.

Y subió las escaleras para abajo
hizo un hoyo en la tierra
miraba las estrellas
la gente le pisaba la cabeza
le gritaba boludo
y él seguía mirando
a través de sus zapatos
como un boludo.

Entonces,
vino un alegre y le dijo:
boludo alegre.
Vino un pobre y le dijo:
pobre boludo.
Vino un triste y le dijo:
triste boludo.
Vino un pastor protestante y le dijo:
reverendo boludo.
Vino un cura católico y le dijo:
sacrosanto boludo.
Vino un rabino judío y le dijo:
judío boludo.
Vino su madre y le dijo:
hijo, no seas boludo.
Vino una mujer de ojos azules y le dijo:
te quiero.









Del libro El Mago

Italo Calvino - Las Ciudades y los Ojos I





Los antiguos construyeron Valdrada a orillas de un lago con casas todas de galerías una sobre otra y calles altas que asoman al agua los parapetos de balaustres. Así el viajero ve al llegar dos ciudades, una directa sobre el lago y una de reflejo invertida. No existe o sucede algo en una Valdrada que la otra Valdrada no repita, porque la ciudad fue construida de manera que cada uno de sus puntos se reflejara en su espejo, y la Valdrada del agua, abajo, contiene no sólo todas las canaladuras y relieves de las fachadas que se elevan sobre el lago, sino también el interior de las habitaciones con sus cielos rasos y sus pavimentos, las perspectivas de sus corredores, los espejos de sus armarios.
  Los habitantes de Valdrada saben que todos sus actos son a la vez ese acto y su imagen especular que posee la especial dignidad de las imágenes, y esta coincidencia les veda abandonarse por un solo instante al azar y al olvido. Cuando los amantes mudan de posición los cuerpos desnudos piel contra piel buscando como ponerse para sacar más placer el uno del otro, cuando los asesinos empujan el cuchillo en las venas negras del cuello y cuanta más sangre coagulada sale a borbotones más hunden el filo que resbala entre los tendones, incluso entonces no es tanto el acoplarse o matarse lo que importa como el acoplarse o matarse de las imágenes límpidas y frías en el espejo.
  El espejo ya acrecienta el valor de las cosas, ya lo niega. No todo lo que parece valer fuera del espejo resiste cuando se refleja. Las dos ciudades gemelas no son iguales, porque nada de lo que existe o sucede en Valdrada es simétrico: a cada rostro y gesto responden desde el espejo n rostro o gesto invertidos punto por punto. Las dos Valdradas viven una para la otra, mirándose a los ojos de continuo, pero no se aman.










Del libro Las Ciudades Invisibles
Traducción de Francesc Miratvilles

Charles Bukowski - La Ducha





Nos gusta ducharnos después
(a mí me gusta el agua más caliente que a ella)
y su rostro siempre es suave y tranquilo
y ella me lava primero
me extiende el jabón por los huevos
los levanta
los aprieta,
luego me lava la polla:
“¡oye, esto sigue duro!”
luego me lava el vello de ahí abajo,
la tripa, la espalda, el cuello, las piernas,
yo sonrío, sonrío, sonrío,
y después la lavo yo a ella…
primero el coño,
me pongo detrás, mi polla en sus nalgas
suavemente enjabono los pelos del coño,
lavo ahí con un movimiento suave
tal vez me detenga más de lo necesario,
luego las piernas por detrás, el culo,
la espalda, el cuello, la hago girar, la beso,
enjabono los pechos, luego la tripa, el cuello,
las piernas por delante, los tobillos, los pies,
y luego el coño, una vez más, para que me dé suerte…

otro beso, y ella sale primero,
se seca, a veces canta mientras yo sigo allí
pongo el agua más caliente
disfrutando los buenos momentos del milagro amoroso
luego salgo…

normalmente es por la tarde y todo está tranquilo
ý mientras nos vestimos hablamos sobre qué otra cosa
podríamos hacer,
pero el estar juntos lo resuelve casi todo,
en realidad, lo resuelve todo
porque mientras esas cosas están resueltas
en la historia de un hombre y
una mujer, es diferente para cada uno
mejor y peor para cada uno…

para mí, es tan espléndido como para recordarlo
después de la marcha de los ejércitos
y de los caballos que pasan por las calles fuera
depués de los recuerdos del dolor y el fracaso
y la desdicha:

Linda, tú me has traído esto
cuando te lo lleves
hazlo lenta y suavemente
hazlo como si estuviera muriéndome en sueños
en lugar de en vida,
amén.










Alfred Jarry - El Señor Faguet y el Alcoholismo





"¡No ataquéis al alcoholismo!" es el título de un artículo del Sr. Emile Faguet, en el cual lo ataca. ¿Cuándo llegará el momento en que ya no sea necesario recordar que los antialcohólicos son enfermos presas de ese veneno, el agua, tan disolvente y corrosivo que ha sido elegido entre todas las sustancias para las abluciones y los lavados, y una de cuyas gotas, volcada en un líquido puro -el ajenjo, por ejemplo- lo enturbia?









Del libro Costumbres de los Ahogados
Traducción de Ernesto Göhre

jueves, 27 de noviembre de 2014

Robert Desnos - A la Misteriosa (Parte 2)





Tanto soñé contigo,
Caminé tanto, hablé tanto,
Que ya nada me queda de ti.
Sólo me queda ser la sombra entre las sombras
ser cien veces más sombra que la sombra
ser la sombra que retornará y retornará siempre
en tu vida llena de sol.










Data: La musa de la primera parte de este poema es la cantante y actriz Yvonne George, un amor no correspondido. La continuación la escribió para su mujer Youki, fue encontrado en un bolsillo del saco que le encontraron puesto a su cadáver. Desnos fallece de tifus semanas después de ser liberado del campo de concentración de Terezin, donde fue arrojado como castigo por sus escritos contra el nazismo. 

Robert Desnos - A la misteriosa (Parte 1)





Tanto soñé contigo que pierdes tu realidad

¿Habrá tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo
y besar sobre esa boca
el nacimiento de la voz que quiero?

Tanto he soñado contigo,
que mis brazos habituados a cruzarse
sobre mi pecho, abrazan tu sombra,
y tal vez ya no sepan adaptarse
al contorno de tu cuerpo.

Tanto he soñado contigo,
que seguramente ya no podré despertar.

Duermo de pie,
con mi pobre cuerpo ofrecido
a todas las apariencias
de la vida y del amor, y tú, eres la única
que cuenta ahora para mí.

Mas difícil me resultará tocar tu frente
y tus labios, que los primeros labios
y la primera frente que encuentre.

Y frente a la existencia real
de que aquello que me obsesiona
desde hace días y años
seguramente me transformaré en sombra.










Jacques Prévert - Intento de descripción de una cena de máscaras en París, Francia





Los que piadosamente...
Los que copiosamente...
Los que patrioterizan...
Los que inauguran
Los que creen
Los que creen creer
Los que croan croan
Los que tienen plumas
Los que meten mano
Los que andromaquean
Los que dreadnoughtean
Los que mayusculan
Los que cantan a compás
Los que cepillan para que brille
Los que tienen panza
Los que bajan los ojos
Los que saben trinchar el pollo
Los que son calvos por dentro
Los que bendicen las jaurías
Los que se hacen besar los pies
Los que "¡de pie los muertos!" (1)
Los que a bayoneta calada...
Los que dan cañones a los niños
Los que dan niños a los cañones
Los que flotan y no se hunden
Los que no confunden el Pireo con un hombre
Los que no pueden volar porque tienen alas de gigante (2)
Los que ponen en sueños cascos de botella sobre la Gran Muralla China
Los que se disfrazan de lobo cuando comen cordero
Los que roban huevos y no se atreven a cocinarlos
Los que tienen cuatro mil ochocientos diez metros de Mont Blanc, trescientos de Torre Eiffel, veinticinco centímetros de pecho y están muy orgullosos
Los que maman de Francia (3)
Los que corren, vuelan y nos vengan, (4) todos esos y otros entraban orgullosamente al palacio del Elíseo haciendo crujir la grava; todos se atropellaban, se apuraban, pues hay un banquete de cabezas y cada cual se había fabricado la que más le gustaba.
  Ese una cabeza de pipa de arcilla; aquél una cabeza de almirante inglés; había cabezas de bombas de mal olor, cabezas de Galliffet (5), cabezas de animales enfermos de la cabeza (6), cabezas de Auguste Compte, cabezas de Rouget de Lisle, cabezas de Santa Teresa, cabezas de dolor de cabeza, cabezas de pie, cabezas de monseñor y de lechero.
  Algunos, para divertir a la gente, llevaban sobre sus hombros encantadores rostros de ternero, y eran rostros tan hermosos y tan tristes, con hierbecillas tiernas saliendo del hueco de las orejas como algas saliendo de los agujeros de las rocas, que nadie reparaba en ellos.
  Una madre con cabeza de muerte exhibía a su hija con cabeza de huérfana ante un viejo diplomático amigo de la familia que se había hecho una cabeza de Soleilland.
  Todo esto era algo verdaderamente deliciosamente encantador y de tan buen gusto que cuando llegó el Presidente con su suntuosa cabeza de huevo de Colón, fue el delirio.
  "Una nadería, pero hubo que pensarla", dijo el Presidente desplegando su servilleta, y frente a tanta malicia y sencillez los invitados no pudieron contener la emoción. A través de sus acartonados ojos de cocodrilo, un poderoso industrial derrama verdaderas lágrimas de alegría, otro menos poderoso mordisquea la mesa, algunas bellas mujeres se frotan delicadamente los senos y el almirante, llevado por el entusiasmo, bebe su copa de champán al revés, masca el pie de la copa y, con los intestinos perforados, muere de pie, agarrado al borde de su asiento, gritando: "¡Los niños primero!".
  Extraño azar: esa misma mañana la mujer del náufrago se había confeccionado, siguiendo los consejos de su criada, una asombrosa cabeza de viuda de guerra con los dos grandes surcos de amargura a cada lado de la boca y las dos bolsitas grises de dolor bajo los ojos azules.
  Erguida en su silla, interpela al Presidente y le reclama a gritos su pensión militar y el derecho de llevar el sextante del difunto en bandolera.
  Ya más tranquila deja vagar por la mesa su mirada de mujer sola y, al ver filetes de arenque entre los entremeses, se sirve maquinalmente uno, después otro, mientras piensa que el almirante no los comía demasiado a menudo a pesar que le gustaban tanto. Stop. El jefe de protocolo anuncia que hay que interrumpir la comida, pues el Presidente va a tomar la palabra.
  El Presidente se pone de pie y, con un cuchillo, rompe la punta de su cascarón para tener menos calor, un poquito menos de calor.
  Habla y el silencio es tal que no se oye volar las moscas y se las oye tan nítidamente que no se oye la voz del Presidente, cosa lamentable ya que, precisamente, está hablando de las moscas y de su indiscutible utilidad en todos los dominios, en particular el dominio colonial.
  "...Pues sin moscas, no hay cazamoscas, sin cazamoscas no hay ley de Argel, no hay cónsul... no hay afrenta que vengar, no hay olivares, no hay Argelia, no hay grandes calores, señores, y los grandes calores, como es sabido, son la salud de los viajeros..."
  Pero cuando las moscas se aburren, mueren, y como todas esas historias del pasado, todas estas estadísticas las llenaban de profunda tristeza, empiezan por despegar una pata del techo, luego otra, y así caen como moscas en los platos... sobre las pecheras, muertas como dice la canción.
   "La más noble conquista del hombre es el caballo" (7), dice el Presidente... "Y si no quedara más que uno, ése sería yo." (8).
  Estamos al final del discurso. Como una naranja pasada arrojada violentamente contra la pared por un chico maleducado, estalla la MARSELLESA y todos los invitados, salpicados por la herrumbre de los cobres, se levantan congestionados, ebrios de historia de Francia y de borgoña.
   Todos están de pie, salvo el hombre con cabeza de Salmonete de Lisle, que cree llegado el momento y piensa que, después de todo, no está tan mal ejecutada. Poco a poco la música se apaga y la madre con cabeza de muerte aprovecha para empujar a su hija con cabeza de huérfana hacia el Presidente.
  Con un ramillete en la mano, la niña da comienzo a su discurso: "Señor Presidente..." Pero la emoción, el calor, las moscas... en fin, se tambalea y cae, el rostro entre las flores, los dientes apretados como una podadera.
  El hombre con cabeza de braguero y el hombre con cabeza de flemón se precipitan en su ayuda, y la pequeña es levantada, autopsiada y maldecida por su madre, tras hallar ésta en el carnet de baile de la muchacha algunos dibujos tan obscenos como raramente se ven, e incapaz de pensar que fue el diplomático amigo de la familia, del que depende la situación del padre, quien se divirtió tan licenciosamente.
  Al ocultar el carnet entre sus ropas, se pincha el seno con el lapicillo blanco y grita, grita, y su dolor aflige a quienes piensan que tal es, sin duda, el dolor de una madre que acaba de perder a su hija.
  Orgullosa de ser objeto de la atención de los demás, se abandona, se deja escuchar, gime, canta:
  "¿Dónde está mi hija querida, dónde está mi pequeña Bárbara, que daba hierba a los conejos y conejos a las cobras?"
  Pero el Presidente, ducho sin duda en perder hijos, hace un ademán y la fiesta continúa.
  Y los que había acudido para vender carbón y trigo venden carbón y trigo, y grandes islas rodeadas de agua por todos lados, grandes islas con árboles que dan neumáticos y pianos metálicos acondicionados para que no se oigan demasiado los alaridos de los indígenas alrededor de las plantaciones cuando los colonos, para divertirse, después de cenar, prueban su carabina de repetición.
  Con un pájaro sobre el hombro y otro en los fondillos del pantalón para asarlo una vez en casa, los poetas van y vienen por los salones.
  "Realmente", dice uno de ellos, "esto es un éxito". Pero en medio de una nube de magnesio el jefe del protocolo es sorprendido en flagrante delito: revolver una taza de chocolate helado con una cucharilla de café.
  "No hay cuchara especial para el chocolate helado, es inaudito." dice el prefecto. "Tendríamos que haberlo previsto. El dentista tiene sus pinzas, el papel su cortaplumas y los rábanos sus fuentes."
  De pronto todos se ponen a temblar: acaba de entrar un hombre con cabeza de hombre, un hombre al que nadie había invitado y que deposita suavemente sobre la mesa una cesta conteniendo la cabeza de Luis XVI.
  Gran horror general. Dientes, ancianos y puertas chirrían de miedo.
  "Estamos perdidos, hemos decapitado a un cerrajero"(9), gritan deslizándose por la barandilla de la escalera los burgueses de Calais (10) vestidos con camisa gris como el cabo Gris-Nez (11).
  Gran horror general, tumulto, malestar, confusión de confusiones, estado de sitio, y fuera, en uniforme de ceremonia, negras sus manos bajo los guantes blancos, el centinela que ve en los arroyos la sangre y sobre su túnica una chinche piensa que la cosa se pone fea y que más vale marcharse a tiempo.
  "Hubiera querido", dice el recién llegado sonriendo, "traeros también los restos mortales de la familia imperial, que reposan, según parece, en el sótano caucásico de la calle Pigalle, pero los cosacos, que lloran, bailan y venden bebidas, velan celosamente a sus muertos.
  "No se puede tener todo, no soy Ruy Blas, no soy Cagliostro, no tengo la bola de cristal, no tengo el poso de café. No tengo la barba de algodón de aquellos que profetizan. Me gusta mucho reír en los salones, hablo para los que guardan cama, monólogo para los mozos de cordel, fonografío para los espléndidos idiotas de las avenidas periféricas y sólo por casualidad que os visito hoy en vuestra intimidad.
  "El primero que diga esta boca es mía es hombre muerto. Nadie lo dice. Hacéis mal, porque no era más que una broma."
  "Es saludable reír un poco y, si queréis, os llevaré a visitar la ciudad, pero vosotros tenés miedo de los viajes, claro, vosotros sabéis lo que sabéis y que la Torre de Pisa está inclinada y que os da vértigo cuando os inclináis en la terraza de los cafés."
  " Y sin embargo os divertiríais, como el Presidente cuando desciende a una mina, como Rodolfo en el garito cuando va al encuentro del Degollador (12), como cuando erais niños y os llevaban al zoológico para ver al gran oso hormiguero."
  " Habríais visto pordioseros sin su corte de los milagros, leprosos sin tablillas de San Lázaro y descamisados acostados en los bancos, acostados sólo por un instante, porque está prohibido quedarse un rato largo."
  "Habríais visto, en los albergues nocturnos, hombres que se persignan para obtener un lecho, familias de ocho hijos, "ocho en una pieza",y, si hubierais sido sensatos, hubierais tenido la suerte y el placer de ver al padre que se incorpora en la cama porque tiene un ataque, a la madre que muere dulcemente al dar a luz a su último hijo, al resto de la familia que huye y que, para escapar a la miseria, trata de abrirse camino en la sangre."
  "Hay que ver, repito, es apasionante. Hay quever a esa hora en que el buen pastor conduce su rebaño al matadero, a esa hora en que el hijo de la familia escupe su virginidad en la acera, a esa hora en que los chiquillos que se aburren en el dormitorio común cambian de cama. Hay que ver al hombre acostado en su cama plegable, a esa hora en que el despertador está por sonar."
  " Miradlo, escuchadlo roncar, sueña, sueña que sale de viaje, sueña que todo va bien, sueña que tiene un rincón propio, pero la aguja del despertador se encuentra con la del tren y el hombre, ya levantado, mete la cabeza en la jofaina de agua helada si es invierno, maloliente si es verano."
  " Mirad cómo se da prisa, cómo bebe el café con leche, entra en la fábrica, trabaja, pero no, todavía no está despierto, el despertador no ha sonado lo bastante fuerte, el café no estaba lo basatnte fuerte, sueña todavía, sueña que está de viaje, sueña que tiene un rincón propio, se asoma por la portezuela y cae en un jardín, cae en un cementerio, se despierta y grita como un animal, le faltan dos dedos, la máquina lo ha mordido, no estabas allí para soñar, ¡eh!, y, como lo estáis pensando, tenía que suceder."
  "Y hasta pensáis incluso que cosas como ésa no pasan con frecuencia y que una golondrina no hace verano, pensáis que un terremoto en Nueva Guinea no impide que las viñas sigan creciendo en Francia, que los quesos maduren y que la tierra gire."
Pero no os he pedido que penséis; os he dicho que miréis, que escuchéis, para acostumbraros, para que no os sorprendáis de oír crujir vuestros billares el día en que los verdaderos elefantes vengan a recuperar su marfil."
  "Porque esa cabeza apenas viva que movéis bajo el cartón muerto, esa cabeza lívida bajo el grotesco cartón, esa cabeza llena de surcos, de muecas amaestradas, un día la separaréis del tronco con un ademán indiferente y, cuando caiga en el aserrín, no diréis que sí ni que no."
  "Y si no os toca a vosotros, le tocará a algunos de los vuestros, pues ya conocéis las fábulas de vuestros pastores y vuestros perros, y no es vajilla cerebral lo que os falta.
  "Ah, estoy bromeando, pero ya sabéis que una nadería basta para cambiar el curso de las cosas. Un poco de nitroglicerina en el oído de un monarca enfermo y el monarca explota. La reina acude presurosa a su cabecera. Ya no hay cabecera. No hay ya palacio. Todo es ruina y duelo. La reina siente que va a perder el juicio. Para reconfortarla, un desconocido de bonachosa sonrisa le da el recuelo. La reina se lo bebe, la reina muere y los sirvientes pegan etiquetas en el equipaje de los hijos. El hombre de la sonrisa bonachosa regresa, abre el baúl mas grande, mete a los principitos dentro, echa el candado del baúl, lleva el baúl a la consigna de equipajes y se retira frotándose las manos.
  "Y cuando digo, señor Presidente, señoras y señores, cuando digo: el rey, la reina, los principitos, es para disimular las cosas, porque no es lógico censurar a regicidas que, al no tener reyes al alcance de la mano, ejercen sus actividades entre la gente que les rodea."
  "En especial entre aquellos que piensan que un puñado de arroz basta para alimentar durante años a una familia de chinos."
  "Entre las que ríen despectivamente en las exposiciones porque una mujer negra lleva a la espalda un niño negro, mientras ellas llevan en su blanco vientre desde hace seis o siete meses un niño blanco y muerto."
  "Entre las treinta mil personas razonables, compuestas de alma y cuerpo, que desfilaron el seis de marzo en Bruselas, encabezadas por una banda de música, delante del monumento elevado a la Paloma-Soldado (13), y entre las que lo harán mañana en Brieve-la-Gaillarde, en Rosa-la-Rose o en Carpa-la-Juive (14), frente al monumento al joven y estúpido marinero que pareció en la guerra como cualquier hijo de vecino..."
  Pero una botella arrojada desde lejos por un colombófilo indignado alcanza en plena frente al hombre que contaba cuánto le gusta reír. El hombre cae. La Paloma-Soldado está vengada. Los acartonados oficiales pisotean la cabeza del hombre y la jovencita moja como recuerdo la contera de su sombrilla en la sangre (15), y ríe delicadamente. La música recomienza.

(...)



Jacques Prévert - Desayuno





Ha echado café
En la taza
Ha echado leche
En la taza de café
Ha echado azúcar
En el café con leche
Con la cucharilla
Lo ha removido
Y se ha bebido el café con leche
Y ha dejado la taza
Sin hablarme
Ha encendido
un cigarrillo
Ha hecho aros
Con el humo
Ha dejado caer la ceniza
En el cenicero
Sin hablarme
Sin mirarme
Se ha levantado
Se ha puesto
El sombrero
Se ha puesto
El impermeable
Porque llovía
Y se ha marchado
Bajo la lluvia
Sin una palabra
Sin mirarme
Entonces me he cubierto
La cara con las manos
Y he llorado.









Del libro Paroles
Traducción Federico Gorbea